Pinocho

Pinocho y la magia de los autómatas

Desde la prehistoria los hombres han creado autómatas, máquinas que imitaban la figura y los movimientos de un ser animado. Los primeros fueron estatuas de dioses e ídolos dotadas de fuego, sonido o movimiento.

En el siglo I, Herón de Alejandría escribió el tratado “Automata”, y construyó numerosas de estas máquinas (como un Hércules golpeando a un dragón que le escupe agua) y varios teatros de títeres/autómatas. 

Al-Jazari, célebre ingeniero árabe del siglo XIII, escribió  “El Libro del conocimiento de los ingeniosos mecanismos” y creó el reloj-elefante, con animales mecánicos que se movían y marcaban la hora. 

 El gran Leonardo da Vinci diseñó al menos dos autómatas:  uno con forma completamente humana, vestido con una armadura; y un león mecánico que contribuyó al éxito de las conversaciones de paz entre el rey Francis I de Francia y el Papa León X. 

A Juanelo Turriano, ingeniero e inventor italo-español del siglo XVI, se atribuye la construcción de “El hombre de palo”, un autómata de madera que, según la leyenda, habría movido brazos y piernas y recogido limosnas.  

La época de esplendor de los autómatas fue el siglo XVIII, en el que se produjeron importantes avances en la relojería. Jacques de Vaucanson construyó, por ejemplo, un pato mecánico  con aparato digestivo transparente, que comía y realizaba la digestión.  Pierre Jacquet-Droz fue el mayor y más conocido creador de autómatas. 

Entre sus artificios destacan “La pianista” que, con sus más de 2500 piezas, interpretaba realmente la música sobre un órgano, y “El escribiente”, con forma de niño sentado en un pupitre, que realizaba cuatro dibujos diferentes. En la catedral de Burgos puede admirarse “El Papamoscas”,que toca las campanas señalando la hora, al tiempo que abre y cierra la boca.

¿Te imaginas a Pinocho tocando el piano? 

Quizá sus manos se moverían así…